lunes, 12 de noviembre de 2012

Artículo de opinión sobre la proyección de la película "La mies es mucha" por Antonio Torres Irala.

I Ciclo de Cine de época e histórico español
El mensaje misionero en situaciones difíciles: La Mies es mucha, pero los obreros pocos

Antonio Torres Irala
Siguiendo con las proyecciones que con motivo del Ciclo de Cine de época e histórico español que organiza la Revista Cultura XXI en la Sala Santorvm de Quintanar de la Orden, se proyectó este sábado la película "La mies es mucha" (José Luis Sáez de Heredia, 1948), protagonizada por Fernando Fernán Gómez (Padre Santiago), Julia Caba Alba (Teresa), Rafael Bardem (Reverendo Carty), Antonio Amorós (Mauro), Enrique Guitart (Sander), Alberto Romea (Padre Daniel), Rafael Romero Marchent (Modu), Fernando Sancho (Clarenberg) y Sara Montiel (Guyerati). Los co-guionistas son José Rodulfo Boeta y Vicente Escrivá, y la música corrió a cargo de Manuel Parada. Fue rodada en Málaga bajo el patrocinio y colaboración en los guiones del Obispo Angel Herreria Oria.

Durante la década de los 40 y 50 en España, para sobrellevar las durísimas condiciones de vida de la posguerra, se filmaron películas de escaso presupuesto y con unos guiones que ensalzaban el nacional catolicismo imperante, mostrando vidas abnegables y de sacrificio ante Dios, nuestro Señor, para dar ejemplo y aleccionar a las masas, como la vida de un Misionero y con la finalidad de ayudar a cristianizar a un público que se sentía atraído por estos dramas.

Miguel Angel Barroso y Fernando Gil en su libro "Cine Español en Cien Películas" subrayan que "la historia del Cine Español es parte integrante de la historia del Siglo XX y no un simple 'adorno cultural'. Nos situamos en un país como España con una difícil situación económica, cartillas de racionamiento, un país por construir, etc. No es enrevesado pensar que la consigna en el cine era la de tener un concepto único de País, religioso y moralmente. Bien se sabe que cuando lo material es escaso apoyarnos en lo moral nos ayuda a superarnos más día a día y a realizarnos como personas.
A esto hay que añadir que el título de la película es la primera parte de una frase que dijo El Mesías y que tanto Mateo como Lucas lo reflejan en sus Evangelios: "La mies es mucha, pero los obreros pocos".

Cuando en 1949 se estrenó la película en el espléndido "Cinema Goya" (antiguo Teatro Goya) de Madrid, se presentaba de ésta forma: "La película que todos esperábamos: «La mies es mucha»; "La exaltación de la Cruz en tierras extrañas y misteriosas"; "«La mies es mucha» es un cántico a la Misión Católica de España"; “«La mies es mucha» es una película que se dirige al corazón de los hombres"; "Más heroísmo que en la guerra, mayor sacrificio que la muerte";

En cuanto al argumento de la película, se observa que José Luis Sáenz de Heredia y Monseñor Angel Herrera Oria, dotan al Padre Santiago de un rigor y poseedor de un catolicismo extremo, lo cual es propio de una Fe vinculada a la Misericordia y a la Justicia moral, labor de un Misionero ignorante de prejuicios sociales.

Es un cine que está desprovisto de grandilocuencias escénicas debido a que se busca de modo infatigable la Humildad, la Verdad y la Sed de Servir del personaje, no sólo en su imagen sino, también, en el interior de la interpretación, pura y sencilla, despojada de artificios y técnica.

El Padre Santiago, un joven Sacerdote Misionero, llega a Kattinga (la India) donde le espera el Padre Daniel para instruirle en el poblado de indígenas al cual ha sido destinado; posee una vida espiritual fuerte, que llega con fuerza al espectador. El Sacerdote se propone dar lo mejor de sí aunque se encuentra afectado constantemente con la falta de medios para desarrollar su tarea. Así, el primer contratiempo que le sobreviene es la rápida muerte del Padre Daniel.

Y la primera decisión importante que toma es la de liberar de la esclavitud a los nativos que Sander, el traficante de turno, tiene bajo condiciones extremas de inhumanidad, comprometiéndose a la entrega de un dinero, del que no dispone, llegado su vencimiento. A estas dificultades hay que añadir la llegada del adinerado Reverendo Carty al poblado hindú, irrumpe en medio de los nativos atrayéndoselos con una vistosa maestría. Como se ve todo pinta bastante negro; sólo el haber liberado de la esclavitud a algunos indígenas es el único logro visible para su Ministerio Pastoral. Este pírrico balance allana el camino al Reverendo Carty para nutrirse de seguidores.

El juicio de la "feligresía" dándole la espalda y una soledad enorme, únicamente acompañado de su fiel Modu y de su madre Teresa, pesan sobre las frágiles espaldas de nuestro joven Cura. A medida que avanza la trama, va surgiendo, como en una habitación oscura que deja penetrar por una rendija un solo rayo de luz y este se vuelve tan potente, tanto más cuanto más oscura es la noche, un revelador haz de esperanza que se levanta con fuerza ante la certeza de que Dios obra en medio de nuestras flaquezas.
Sin hundirse ni doblegarse ante las adversidades, su tarea la ve recompensada con la intención de Fe de Modu queriendo ser Sacerdote, las dudas de Mauro al alejarse del catolicismo para no perder a su amada optando al final por seguir al Padre Santiago incondicionalmente y el regreso de toda su "feligresía".

El vencimiento de la deuda contraída con el estafador Sander es el día de Nochebuena, al ir a pagársela se le encuentra malherido al recibir un disparo de los integrantes de su propia banda; la Fe, la Misericordia y la labor del propio Sacerdote a base de perdón y olvido inundan el corazón de Sander en el último hálito de su vida y devuelve el dinero a nuestro Cura para los más necesitados.

Pero este logro pronto se verá ensombrecido por la aparición de la peste en el poblado. Es hora de aunar esfuerzos, el Reverendo y el Padre, que ambos siguen a Dios por caminos diferentes, deciden hacer un frente común a la peste. El Reverendo pierde la vida al ir a buscar ayuda médica. El Padre Santiago, sin descanso ni apenas medios, se entrega a la dedicación de los enfermos que van en aumento, las pocas vacunas que tiene las emplea en parar la peste, pero desgraciadamente él termina afectado.

Los días de nuestro héroe se van consumiendo como una lámpara cuya mecha termina de beber la última gota que le queda. Dios, como testigo del joven Cura que muere lejos de los suyos, lejos de su país natal, lejos de su bienestar familiar, pero acompañado de todo su poblado como gratitud por su entrega, escucha al Padre Santiago que le agradece por haberle concedido lo que más deseaba: estar al lado de los que le necesitaban. El nativo Modu ve realizada su vocación de ser Sacerdote y, ser así, el sucesor del Padre Santiago Hernández.»

Pero, ¿merece la pena ver esta película al día de hoy?. Sería muy penoso e improductivo quedarse en lo superficial del film y no ahondar en él; la mejor manera de hacerlo es descubrir su sentido espiritual. Sólo la teología espiritual y la hagiografía de la vida mística pueden mostrarnos algunas realidades, sin las cuales podemos pasar de largo para lograr entenderla.

Este joven Sacerdote, representante de todos los Misioneros, atraviesa por una etapa de vida mística previa a la unión con Dios. Su deseo es enorme, él sólo quiere darse como buen discípulo del Señor, y está dispuesto a darlo todo por amor al Ministerio. El ha dicho en su corazón: "Señor, te entrego toda mi vida, haz de mí lo que quieras". Dios escucha su oración y le acerca vertiginosamente a El porque sus días sobre esta tierra llegan a su ocaso.

Desde una vertiente espiritual este film nos llena plenamente y nos servirá para “ser de alma sencilla y limpia, más humildes y caritativos, servir a los demás, en definitiva ser apóstoles de la Fe, Misioneros en algún país lejano o en nuestro mismo barrio; como el Padre Santiago, ser ejemplo de las enseñanzas de Cristo y tener las puertas más abiertas para la vida que nos espera que será infinitamente más duradera que la material de aquí.

Al menos, en aquellos primeros años recién estrenada "La mies es mucha", la labor misionera de los religiosos aumentó de forma significativa.




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